
Descubrí que no soy un príncipe de cuento de hadas, (¡¡Por suerte!! debe ser muy aburrido) descubrí al ser humano que sencillamente soy, con sus miserias y sus grandezas. Descubrí que puedo permitirme el lujo de no ser perfecto, de estar lleno de defectos, de tener debilidades, de equivocarme, de hacer cosas indebidas, de no responder a las expectativas de los demás.
Y a pesar de ello.... ¡quererme mucho!Cuando me miro al espejo ya no busco al que fui... Sonrío al que soy... Celebro la posibilidad de elegir, a cada instante quien quiero SER, me alegro del camino andado, de la experiencia que me dieron estos años.Asumo mis contradicciones.
¡Qué bien vivir sin la obsesión de la perfección! Después de todo cuando decidí, que no quería la perfección, comencé a accionar y a alcanzar objetivos, como bajar esos casi 45 kilos que tanto pesaban en mi vida!
¡Qué bien no sentir ese desasosiego permanente que produce correr permanentemente buscando que todos te quieran! ¡¡¡Qué bueno está empezar a quererse y respetarse uno!!! ¡Qué maravilloso reconocer que la felicidad está tan cerca nuestro, tan relacionada con nuestras búsquedas y nuestros mágicos encuentros interiores! ¡Qué suerte haber comprendido que la magia y el poder no están en el afuera, sino en mí!
Coméntenos sus impresiones de la vida, ¿se siente identificado con esto?, ¿qué opina sobre esta reflexión? Compartamos nuestras experiencias ¡anímese!